Antes del año 3000 a.C., en las orillas de los ríos Tigris y Eúfrates (Mesopotamia), se asentaban poblaciones de campesinos, que vivían de su agricultura y ganadería en las tierras tranquilas de Acad y Sumer. De este modo de vida, surgió la necesidad de llevar una contabilidad de las cabezas de ganado y de los productos de la agricultura, estadillo que se llevaba a cabo en los templos. Así, en el templo Sumerio de Uruk, se encontraron las primeras inscripciones hasta ahora conocidas. Nace la escritura.
“La escritura es el complemento del lenguaje hablado y el auxiliar más poderoso en la obra de formación y desenvolvimiento histórico” (García Ayuso).
Tablilla de arcilla (Uruk)
Además de la llevanza de la contabilidad, algunas de estas tablillas referían a la organización social del pueblo Sumerio. Gracias a estas inscripciones, podemos saber, por ejemplo, que en la comunidad religiosa de Lagash había 18 panaderos, 31 cerveceros, 7 esclavos, 1 herrero.
Gudea sentado
Gudea fue rey de Lagash a finales del tercer milenio antes de Cristo. Se le representaba en estatuillas bien sentado o bien de pie. En ésta, podemos ver al rey esculpido en piedra de diorita, en posición sedente y llevando grabada en sus faldas una oración con signos cuneiformes.
La escritura a través de la historia de la humanidad
El concepto de dibujo y escritura se confunden en uno solo entre los hombres primitivos. Él expresó sus ideas desde épocas remotas en forma gráfica y debe darse a sus pinturas una interpretación o el sentido de una manifestación artística salvo el caso cuando, por ejemplo, el dibujo labrado en un arma o en un utensilio sirve para acreditar que éstos pertenecen a la persona emblemáticamente representada en ellos.El principio de la escritura es pues el dibujo y, al evolucionar aquella hacia una perfección, combinó las figuras que determinaron conceptos haciéndose relatos gráficos. Esta forma de dibujo-escritura se encuentra aún en algunas tribus de indígenas norteamericanos y australianos. Esta forma de escritura se denomina pictograma; es entonces el dibujo del objeto al que quiere referirse.
Teniendo en cuenta la dificultad de representar ciertas ideas, estos dibujos tomaron posteriormente un valor emblemático. Así para representar la divinidad puede trazarse una estrella, para la eternidad una circunferencia, dibujando un pie puede significar la marcha, etc. Este elemento llamado ideograma o logograma reemplaza al pictograma allí donde éste no puede aplicarse o lo complementa como determinante. Hoy en día se aplica en señalizaciones que vemos en las rutas para indicar que estamos próximos a una capilla, hotel, lugar histórico, para identificar el baño de damas y de caballeros, etc.
La escritura siguió su curso de evolución lentamente y obligada a que sus símbolos tuvieran una mayor comprensión toda vez que la escritura ideográfica adolecía del defecto de que no todos conocían el valor de las imágenes y aquél que las trazaba muchas veces les daba un sentido propio. El número de imágenes y de sus valores emblemáticos hacía asimismo dificilísima su interpretación.
Evolucionó entonces la escritura hacia el fonograma. Este sistema consistía en atribuir a cada signo la representación del sonido que este objeto o idea tenían en el idioma hablado o, a veces, simplemente el sonido que tenía su primera sílaba. Así para escribir la palabra “soltero” se dibujaría una figura de un sol, una planta de té y una rosa, teniendo en cuenta que a la tercera imagen se le da el valor de su primera sílaba. Este paso de la escritura es de gran importancia, ya que se independiza del dibujo, no necesitando de una imagen o signo especial para cada objeto, creándose ya la sílaba.
Los egipcios darían el paso definitivo al perfeccionar la escritura y pasar de la sílaba a la letra, aún cuando apenas usarían este primer alfabeto. Fueron los fenicios, pueblo que habitaba las costas orientales del Mediterráneo, viajeros y comerciantes por excelencia, hombres prácticos y que sintieron imperiosamente la necesidad de relación entre sus semejantes, quienes prescindirían del sonido vocálico de cierto número de los viejos caracteres silábicos y que se convertirían así en articulaciones consonánticas por excelencia.
Este alfabeto de consonantes denominado alefato fue difundido por sus creadores entre los numerosos pueblos con quienes comerciaban, siendo los griegos quienes, al encontrarlo insuficiente para las exigencias de su lengua rica en sonidos vocálicos, lo completarían con el agregado de signos representativos de estos sonidos.
La escritura llegó así a su perfección luego de siglos y siglos de evolución y de experiencias heredadas de generación en generación, y lo que hoy aprendemos con el solo esfuerzo intelectual que se nos exige en la infancia, fue el fruto de la labor de muchísimos hombres que vivieron hace muchos milenios y a quienes no aventajamos tanto como vanidosamente solemos creer. Los alfabetos se extenderían entonces por doquier, creándose muchos y dispares pero la escritura habría llegado a su madurez, constituyendo un magnífico instrumento de cultura. El alto nivel cultural y científico alcanzado en nuestros días hubiera sido imposible de no mediar para su logro la contribución de este medio tan importante de difusión que constituye la escritura.
Sistemas fundamentales de la escritura del mundo antiguo
Del primitivo sistema de escritura por medio de imágenes derivan todas las escrituras actuales, aún aquellas que han perdido todo contacto con el ideograma y los primeros signos silábicos y alfabéticos, como resultado del lento proceso evolutivo sufrido. Pero esta evolución toma caminos diferentes de acuerdo con los distintos pueblos, en razón de sus distintos idiomas, sus características raciales, geográficas, temperamentales, etc.Tres sistemas de escritura se deben considerar en el mundo antiguo: la jeroglífica, la cuneiforme y la china, aparte de las menos conocidas escrituras americanas.
La escritura jeroglífica:
Los griegos llamaron jeroglífica a la escritura de Egipto (hieros sagrado y gluphein grabar), es decir “de grabados sagrados”. Al denominarla así no hicieron otra cosa que interpretar el sentir general del pueblo egipcio, quienes concebían que la suya era una forma de escribir creadas por los dioses.Teniendo en cuenta que los egipcios consideraban al dios Tot –según su mitología- el Escriba de los Dioses y autor del “Libro de los Muertos o Libro de irse lejos”, en que se describen los distintos estados por los que el alma y el cuerpo habían de pasar al abandonar el mundo, el sentimiento religioso que dominaba su existencia, la necesidad de preservar el cuerpo para que su alma pudiese volver a él y de los conocimientos científicos y de las formas mágicas para esa conservación, se explica fácilmente que la obra de Tot debía ser leída e interpretada por ellos a la perfección y que aquellas fórmulas mágicas debían ser celosamente conservadas por los sacerdotes. Asimismo, los papiros que acompañaban a las momias debían consignar los méritos que adornaban en vida al muerto, además de súplicas y recomendaciones a los dioses.
Todo ello nos explica el carácter sagrado que se daba a la escritura egipcia y que ella quedase reservada a la clase sacerdotal, impidiéndose su difusión entre el pueblo, no obstante que la perfección a que llegara hubiera podido hacerla asequible a todos.
Los egipcios partieron también del principio pictográfico. A cada dios y a cada objeto se le fijaba un signo o representación gráfica, pero con todos los pueblos que partieron del pictograma, se encontraron a poco con la dificultad de expresar con un signo diferente cada palabra. Conceptos complejos y abstractos eran imposibles de ser representados con simples dibujos. Del pictograma, entonces, pasaron al empleo del ideograma. Un cetro tenía valor de príncipe o de gobernar; un sello, además de su valor pictográfico, daba la idea de algo que hay que conservar guardado; un muro inclinado simbolizaba el hecho de caer.
Como hemos visto el ideograma no fue un medio de expresión completo y los egipcios avanzaron y superaron esa etapa de la escritura. Llegaron también a utilizar el principio fonético, es decir, el empleo de signos que representaban el sonido en vez de la idea. Estos signos que habían tenido un valor ideológico, se utilizaron para indicar el sonido de una sílaba o de una letra con que empezaba el antiguo significado del signo.
Los esfuerzos por descifrar la escritura jeroglífica egipcia data de la antigüedad y los griegos habían ya tratado de llegar a interpretar aquellos signos tan misteriosos como artísticos.
En el siglo IV en Roma, Amiano Marcelino trató de traducir las inscripciones del obelisco que el emperador Constantino hiciera llevar, pero partió del principio equivocado de creer que la escritura egipcia era enteramente figurativa y que cada signo tenía valor independiente. El principio fonético era completamente desconocido, por ello fracasó el esfuerzo de Amiano Marcelino. En el año 1797 Zoega, en su tratado “De Obeliscis” agrupó en 958 caracteres hallados en monumentos, en siete clases, no llegando tampoco a felices resultados.
Fue la casualidad que intervino e hizo posible la revelación del secreto que significaba la escritura del adelantado pueblo egipcio. Durante la campaña napoleónica, un oficial francés encontró en la ciudad de Rosetta, situada a orillas del Nilo, una piedra con inscripciones en tres escrituras diferentes. La parte superior (de la que faltaba casi la mitad) estaba compuesta de las clásicas y extrañas imágenes; la central de un tipo cursivo asimismo incomprensible, y la inferior en caracteres griegos.
A pesar de tener la base de un idioma o escritura conocida, la interpretación fue muy difícil. Perdido el primer interés despertado por su descubrimiento, después de tres años los ingleses consiguieron que Napoleón dejara en su poder –al abandonar Egipto- la extraña piedra. Un inglés y un francés comenzaron en Londres su estudio. Thomás Young y Champollión el joven filósofo y lingüista y Secretario de la Real Sociedad el primero, y gran orientalista, Superintendente de Antigüedades Egipcias y Miembro de la Academia de Inscripciones, el segundo, fueron las dos personas que iniciaron el estudio que permitiría –tras muchos años de paciencia- descifrar esos escritos.
La comprensión simple de las figuras del texto jeroglífico con el texto griego no permitió la comprensión del primero, y Champollión sólo pudo llegar a resultados positivos cuando descubrió que el nombre de un faraón egipcio Tolomeo Epífanes, encerrado por una línea, correspondía con los caracteres jeroglíficos también rodeados de una línea (a ese encierro se le denomina “cartucho”). Descifrado ese nombre y mediante él descifrados otros, se repitió el experimento hasta completar el alfabeto entero.
Pero todavía no se había llegado al dominio completo del jeroglífico porque la mayoría de las palabras egipcias no estaban escritas alfabéticamente. En algunas faltaba por completo el elemento fonético, mientras que en otras era sólo un complemento del texto. En realidad se trataba de una mezcla de sistemas diferentes muchas veces contrapuesto. Las letras servían para aclarar el significado de un símbolo ideológico en algunos casos, mientras que otras voces a seguimiento de una palabra escrita letra por letra, seguía para mayor comprensión un símbolo pictográfico.
Las letras, los caracteres silábicos y los simbólicos deben leerse en el sentido en que están colocados, unas veces de izquierda a derecha, otras de derecha a izquierda o de arriba hacia abajo. En los textos modernos se acostumbra, para comodidad, la orientación o dirección de izquierda a derecha. Pero a veces, por razones de simetría, se alteraba el orden normal, especialmente en los textos ornamentales. Por ejemplo, la letra “i” que constaba de dos elementos, era separada colocándose entre medio de ambos otro signos que debía ir delante o detrás de ellos.
En cuanto al alfabeto constaba de sólo tres signos vocálicos, los correspondientes a las letras “a”, “i” y “u”. Los sonidos vocálicos intermedios, incluidos los correspondientes a las letras “e” y “o” no se consignaban por escrito. Incluso existen autores que opinan que estos sonidos eran sonidos aspirados y más consonánticos que vocálicos y que se consideraban accesorios en la palabra.
Champollión tardó más de 20 años en descifrar por completo la escritura egipcia y para ello se valió de sus conocimientos del idioma copto, el mismo que utiliza hoy la Iglesia que lleva su nombre en Abisinia, y que fue el idioma que se originó en el antiguo Egipto. Con la ayuda del copto, con más la traducción del texto en griego, Champollión pudo llegar a la interpretación del texto demótico o encorial (el central de la piedra), y luego a descifrar el texto jeroglífico y su derivada la hierática. Esta última era una simplificación de la primera para hacerla más fácil de trazar. Puede compararse a estas dos escrituras como la cursiva es a la letra de imprenta, esto es, una simplificación que permitía escribir con mayor rapidez sin las condiciones artísticas exigidas para ejecutar las figuras que constituían la forma de la escritura jeroglífica. En el curso de la historia del pueblo egipcio utilizaron tres escrituras diferentes: la jeroglífica desde los primeros tiempos del Antiguo Imperio hasta la segunda mitad del siglo III de nuestra era; la hierática o sacerdotal empleada con la jeroglífica y más especialmente en los textos profanos desde la IV o V hasta XVI Dinastía, y la demótica que sólo aparece a fines de la Dinastía XXII.
El sistema fonético, creado desde principios de su escritura, no fue progresando ni evolucionando con el tiempo, no existiendo diferencias de este orden escrituras de la época cristiana y de veintidós siglos antes. Aún cuando algunos estudiosos de la escritura opinan que ningún pueblo que haya partido del pictograma jeroglífico, con su origen ideográfico, puede llegar a inventar el alfabeto, los egipcios habían llegado al mismo rápidamente, ya que en escrituras de la III Dinastía, 4.000 años antes de Jesucristo, estaba ya completamente constituida su escritura. Para algunos investigadores como Sethe el invento del alfabeto era egipcio y no fenicio.
La escritura cuneiforme
La escritura en tablillas de arcilla, la primera de la que se tiene conocimiento, era llamada “cuneiforme” por la ejecución de sus signos en forma de cuña (cuneum). Procedente del sur de Mesopotamia, se dice que fue inventada por los Sumerios, heredada de éstos por los Acadios, y difundida por ambos pueblos por toda Asia Menor, Siria, Persia, llegando a ser incluso la escritura utilizada en los documentos diplomáticos del imperio egipcio.Los símbolos cuneiformes evolucionaron desde el pictograma, pasando por el ideograma, hacia el silabario, pero nunca se llegó a formar un alfabeto, estadio que sólo consiguieron las escrituras ugras y la persa antigua.
Los escritos cuneiformes se realizaban en tablillas, principalmente de arcilla fresca, pero también se han encontrado inscripciones en piedra e incluso en metales. No se tiene constancia materia del instrumental utilizado para fijar los signos en las tablillas, pero se cree que los punzones estaban hechos con cañas o con madera y que eran de tres clases: uno triangular para formar las cuñas, otro de punta hueca para hacer los clavos y un tercero de punta redonda para marcar cifras.
Las tablillas cuneiformes estaban escritas por las dos caras. Solían dividirse en columnas, o en líneas con trazos verticales u horizontales.
La primitiva escritura cuneiforme se realizaba de arriba a abajo, pero posteriormente rotó 90 grados y se convirtió en una dirección de izquierda a derecha. Como hemos dicho, los acadios heredaron éste sistema de los sumerios y, obviamente, al hacerlo propio, lo modificaron dando lugar a varias lecturas de una misma escritura cuneiforme y, por lo tanto, a problemas de transcripción.
Los primeros descubrimientos de escrituras cuneiformes tuvieron lugar en las ruinas de la ciudad de Persépolis (hoy Irán), pero esos investigadores jamás sospecharon el significado de las cuñas. Fue en el año 1621 cuando Pietro della Valle, un viajero italiano, dio cuenta de una inscripción de 413 líneas, hallada en una pared en las montañas de Behistun (oeste de Persia). En 1674, Jean Chardin agrupó algunos signos cuneiformes y descubrió que las inscripciones se componían de series de tres formas paralelas.
Así, el desciframiento de los signos en la montaña de Behistun fue en continuo progreso, hasta que Carter Niebuhr descubrió que las tres formas paralelas que veía ante sí, no era más que un mismo texto escrito en tres tipos de escrituras diferentes, aunque por el momento desconocidas, y en 1777 publicó la auténtica transcripción de la roca de Behistun: Se trataba de la inscripción trilingüe de Darío I, Rey de Persia, escrita en caracteres cuneiformes de tres idiomas: persa, elamita y babilonio.
Tumba de Darío I (Naqs-i-Rustem, Persépolis)
Tumba de Ciro el Grande (Pasargada, Persia)
Esta hazaña facilitó el trabajo de transcripción de otros investigadores que, sucesivamente fueron descifrando el significado de los signos, principalmente los de la lengua persa, la más sencilla de las escrituras cuneiformes. El texto más antiguo en lengua persa (lengua tipo III) podría ser una inscripción de Ciro el Grande en Pasargada, y el texto más reciente el de Artajerjes en Persépolis. Esta escritura constaba de 36 caracteres. No así la elamita (lengua tipo II), mucho más compleja, que contiene 96 signos silábicos, 16 ideogramas y 5 determinativos, para cuyo desciframiento no se pudo tener apoyo en ninguna otra lengua conocida. El sistema babilónico (lengua tipo I), por el contrario, pudo apoyarse en los dialectos semíticos para su traducción; aún más, se sabe que el babilonio se escribía en cuneiforme ya 2.000 años antes de la inscripción de la roca de Behistun.
Las transcripciones de la escritura cuneiforme nos han dado cuenta de todo lo que hoy conocemos sobre Asiria, Babilonia y el antiguo Oriente Próximo.
Estela de Hammurabi. Este relieve relata la presentación del rey ante el Dios solar Shama. Sobre ella está grabado el famoso Código de Hammurabi, cuya mitología escrita ha arrojado luz sobre la vida religiosa de la antigua Siria y ha obligado a reinterpretar ciertos aspectos de la Biblia. Se descubrió en 1929, con las excavaciones francesas realizadas en Ras Shamra (Norte de Siria).
¿Como se lee las tablillas cuneiformes?
Un curioso ejemplo tablilla legible es ésta, procedente de Uruk. Se trata de una tablilla de contabilidad en la que vemos muchos cuadros en el anverso. Pues bien, dentro de cada cuadro, los semicírculos representan números y los signos aislados refieren a nombres de personas.
En el reverso, podemos leer la mercancía que se envía. Aquí se lee claramente “54 buey vaca”, es decir, “54 bueyes y vacas” o “54 reses.”
Esta otra tablilla, también de Uruk, representa una transacción de cebada: Los “capuchones” y los círculos negros arriba, expresan la cantidad de productos: 235.000 litros. El “rombo” del centro-izquierda indica el periodo de tiempo que abarca la contabilidad: 37 meses. La espiga es el producto: cebada. Debajo de la espiga está el signo que representa la función del documento. El símbolo de abajo-izquierda es el nombre del funcionario: Kushim, y la “espiga encerrada” a su lado indica el uso de la cebada (¿trueque?).
La escritura china:
Tiene los mismos comienzos que las escrituras egipcia y cuneiforme, es decir
que como aquellas, es pictográfica. El proceso es el mismo que para las dos
mencionadas. Ante la imposibilidad de dar a cada concepto un signo diferente,
comenzaron por dar a sus caracteres significados ideológicos, señalando por
ejemplo al pictograma “flecha” el valor de “recto”.
Claro está que el ideograma chino adquirió características especiales al
adoptarse para su escritura o producción el pincel y al recurrirse a procedimientos
originales que hicieron que se apartase por completo del egipcio y cuneiforme.
El número inicial de caracteres se redujo considerablemente y es escaso en
proporción al número de palabras a representar. Estos signos principales, “radicales
o claves”, que en el primer siglo de nuestra Era alcanzaban la cifra de 450, en la
actualidad llegan sólo a 214, número insuficiente, si cada uno de ellos ha de
representar una palabra.
Ahora bien, la lengua china es, como sabemos, monosilábica. Cada uno de
sus vocablos se pronuncia en una sola emisión de voz. De tal manera, fácil será
comprender que con sólo monosílabos el léxico no puede ser muy extenso.
Además, existen en el idioma chino gran cantidad de incompatibilidades entre
determinadas vocales y determinadas consonantes, entre algunos diptongos y otras
consonantes y algunas de éstas se confunden entre sí. Así se encuentran 450
sílabas-palabras frente a los 214 símbolos de la escritura.
Para obviar el inconveniente que resulta de estos números, la lengua china,
en sus formas hablada y escrita recurrieron a las peculiaridades que tan distintas
las hacen de las demás; la primera se sirvió de las combinaciones de los
monosílabos y de la diferencia de tono musical de la pronunciación y asimismo de
la combinación de caracteres para formar compuestos.
Estas combinaciones de la escritura son de dos clases: las ideológicas y las
fonéticas. Las últimas son, evidentemente, posteriores o más modernas que las
primeras. La combinación de símbolos es un arte complicado y sugestivo a la vez
que revela, como ningún otro detalle, el espíritu del pueblo chino. El símbolo
“árbol” unido a otros diferentes, sirve para expresar las distintas clases de árboles,
como el cedro, peral, álamo, etc. y repetido expresa la idea de “bosque”. El símbolo
de “ojo” más el de “agua” equivale a “llorar”; “mujer” e “hijo” expresan “bondad”;
etc.
El otro sistema de combinaciones, el de caracteres con valor fonético, que
constituye el máximo avance en la formación de la escritura china, era
absolutamente necesario por las propias características de la lengua hablada.
Como consecuencia del reducido número de sílabas-palabras diferentes, cada
una de ellas tiene varias significaciones; si en castellano se encuentran palabras
como “río”, que equivale a una corriente de agua o a la primera persona singular
del presente del verbo reír, y la palabra “cura” puede significar un sacerdote,
curación o la tercera persona singular del presente del verbo curar. Fácil será
imaginar cuantos homófonos existirán en el idioma chino con sus 450 palabras.
El artificio de dar tonos musicales diferentes a las palabras no resuelve el
problema, pues los tonos no son los mismos en todo el país y una palabra según su
colocación en la frase puede –a veces- hacer variar el que le es peculiar y hay
además palabras como “shi” que significa más de 40 cosas distintas y por término
medio, a cada monosílabo corresponde 10 acepciones.
Si el chino se escribiera como el español, al ver la palabra “u” no sabríamos
si su valor es cinco, cieno, negro, la ciudad de Kiang-su, escorpión, mediodía,
acariciar o no. Este inconveniente se subsana al dar a cada significado una
representación gráfica especial.
Pero dado que este sistema resulta demasiado complicado, pues se debe
conocer de memoria todos los signos que teniendo forma y significado distinto se
pronuncian igual, se combinó el ideograma con un indicador de su lectura.
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